Qué ver en Burdeos | sudoeste francés en su clave más chic
Ha pasado de ser un infravalorado alto en el camino de quienes se dirigían a la costa landesa o a las regiones vitivinícolas del sur a convertirse en la ciudad por la que suspiran viajeros apasionados por la arquitectura, el arte y la gastronomía. Burdeos ha trabajado duro en reinventarse a sí misma para hacer convivir la herencia, los tópicos y la sofisticación con atrevido urbanismo, sostenibilidad y arte efervescente.
Amanecer en Chartrons como un bordelés más
Casa Blanca era la quimera de Gildas y Hannah. Cansada de París, la pareja decidió regresar a su natal Burdeos para transformar un edificio de más de 200 años (junto a la que fuera residencia de Victor Hugo) en este hotel boutique de ensueño. Cinco habitaciones, un acogedor rincón de lectura donde ojear las fotografías de Roland Castelnau en “Bordeaux insolite” y una zona común presidida por una enorme mesa de madera maciza donde sentarse a compartir un momento con los agradables dueños; no hace falta más.
Aquí uno despierta bajo altísimos techos y la luz natural que se cuela por el ventanal del balcón con vistas a la cuca Place Mitchell, que inunda el espacio de claridad. Tomar una copa de tinto de Château Lusseau, el viñedo familiar de los propietarios, mientras te relajas en la bañera exenta puede sonar ostentoso pero, siendo sinceros, uno no viaja para sentirse como en casa. ¿Dijo alguien escapada romántica a la francesa?
Aunque la joie de vivre se encuentra en los pequeños detalles: la granola casera y el cruasán recién horneado del desayuno o el olor de las amenities L:A Bruket que, además, por si te enamoran como a nosotros, puedes comprar en el propio hotel.
A todo esto se suma su excelente ubicación en el corazón de Chartrons, probablemente el barrio más chic de la ciudad. Mercantes de vino comerciaban aquí siglos atrás; hoy acoge todo cliché bordelés y la sofisticación rezuma en cada esquina. Un paseo por la calle Notre-Dame, con la cartelería de época, las frondosas enredaderas, las tapicerías y los anticuarios, basta para que el apodo de “pequeña París” que recibe la ciudad de repente cobre sentido.
Pasear sin pausa entre el siglo XVlll y el futuro
Seis fortificaciones protegen el monumental casco viejo de Puerto de la Luna (otro sobrenombre de la ciudad). Entre ellas, Porte Cailhau y Grosse Cloche, por la que pasaban los peregrinos hacia Santiago de Compostela. Te recomendamos perderte a pie por las estrechas callejuelas del centro para descubrirlas todas y dejarte empapar, a la vez, por el encanto de sus plazas y fachadas de inconfundible piedra caliza dorada.
Aunque aquí no todo es armonía y medievo. Burdeos es una ciudad histórica perfumada de modernidad urbanística donde paisajismo, neoclasicismo y arquitectura futurista se estrechan la mano muy fuerte.
El mejor ejemplo de esta última es el barrio “flotante” de Mériadeck. Alzado en los años setenta sobre la zona marginal de Burdeos, este conglomerado de formas imposibles fue construido bajo el principio de urbanisme sur dalle, separando en distintos niveles la zona peatonal del tráfico. Y a pocos pasos, merece igualmente una visita el Palacio de la Justicia, obra de Richard Rogers. Si el interior de las salas tribunales evoca familiaridad es porque el arquitecto también firma la cubierta de la terminal T4 del aeropuerto Madrid-Barajas.
Pero la postal por excelencia la protagoniza, indiscutiblemente, la Place de la Bourse con su Miroir d’eau, una fuente-espejo donde se reflejan los majestuosos edificios de la plaza. Nuestra estampa preferida es la que se consigue al echar la vista atrás mientras cruzas por el Pont de pierre hacia la orilla derecha del río (o rive droite, como la conocen los bordeleses).
Renovarse o morir, esa es la cuestión
Es precisamente a este lado del Garona donde encontramos Darwin, un antiguo cuartel militar reconvertido por el activista Philippe Barre en un “eco-sistema” o comunidad sostenible donde conviven start-ups, arte mural, segunda mano, librerías, una granja urbana, skateparks y un enorme supermercado ecológico. Este es Magasin Général, donde también preparan sopas y ensaladas (¡a muy buen precio!) que puedes maridar con su cerveza de producción propia.
Darwin es una grieta en la ciudad que supura creatividad y vibrante vida. Ha conseguido redirigir las miradas al área fabril de La Bastide y es una de las mejores muestras del excelente manejo de Burdeos en el arte de la reinvención. Porque si bien el legado industrial del norte de Francia dejó a ciudades como Lille con multitud de naves y fábricas convertidas hoy en espacios culturales, aquí no se quedan atrás.
Véase la base de submarinos de la II Guerra Mundial del barrio Bassins à flot, que hoy acoge exposiciones temporales y conciertos entre hormigón, acero y penumbra, o el CAPC, un antiguo almacén de víveres construido en 1824 que hoy es museo de arte contemporáneo y referente esencial de la ciudad y la región. ¡Ambas direcciones deberían estar en tu lista de “qué ver en Burdeos”! Si quieres saciar tu sed cultural con más museos, acércate al de Artes Decorativas y Diseño o al Musée des Beaux-Arts.
Dejarse engatusar por la personalidad de Sainte-Croix
La catedral de Saint-André, la iglesia de Notre-Dame o la de Saint-Pierre se encargan de ir recordándote la magnificencia de la ciudad en tu marcha por sus varios distritos. Pero una de las joyas eclesiásticas que no suele aparecer en el radar del viajero -y que a nuestro parecer es una de las parroquias más bonitas que ver en Burdeos- es la de Sainte-Croix.
Tras acercarte a la también imprescindible basílica de Saint-Michel, con su peculiar campanario o Flèche separado de la construcción principal, continúa el recorrido hasta llegar a este sorprendente templo románico. Flanqueado por el Teatro Nacional y el conservatorio, nos hallamos en el hervidero artístico de la ciudad.
Así, no es de extrañar que los bares y antros del área sean el rendez-vous de talentosos y melómanos. Estudiantes de música y bandas locales frecuentan las noches de jam session que acogen Chez Aka o Quartier Libre (donde, por cierto, también puedes cenar). Sin duda, estamos ante una de las áreas con más carácter de todo Burdeos.
Acorralado entre algunas de las zonas más pijas y pudientes, el vecindario de Saint-Michel se alza con una personalidad arrolladora. Jóvenes, inmigrantes y artistas dan vida al barrio; no hace falta más que pasarse por su mercado Marché Royal en la plaza Meynard cualquier sábado para comprobarlo, recorrer la calle Camille Sauvageau, con sus charcuterías reconvertidas en tiendas de vinilos, puestos de flores y proliferantes cafeterías, o adentrarse en los bazares que abarrotan Rue des Faures.
Tomar café en una iglesia que hace la vez de cine
Nos acercamos hasta la entraña comercial de la ciudad para que te aventures a pasar una tarde de compras desenfrenada por el abarrotado Triangle d’Or y la prestigiosa calle Sainte-Catherine, o para que hagas una visita a la espectacular Ópera Nacional.
Aunque nosotros somos más de echar la mañana recorriendo las estanterías de Mollat, la librería independiente más grande de Francia (¡ahí es nada!) y acercarnos a admirar la obra del escultor catalán Jaume Plensa en Place de la Comédie.
Sea como fuere, tu pit stop tiene que ser en alguno de los puestos de La Toque Cuivrée para probar los famosos canelés. ¡Entenderás por qué las calles de Burdeos huelen a vainilla y mantequilla! Aquí no te podrás sentar, pero te dejarán comerlos sin problema en cualquier cafetería.
¿Nuestra favorita? Utopia, una iglesia con siglos de historia que hoy hace la vez de cine y brasserie. Gorriones y locales leyendo el periódico abarrotan su terraza frente a la plaza Camille Jullian. El colmo de lo hípster lo encontrarás en Anticafé donde, en lugar de pagar por consumición, se abona en función del tiempo que pasas en el local (5€/h) mientras tomas galletas, té, fruta y cereales à volonté.
El pecado tiene forma de queso y se esconde en Deruelle
Porque hay mucho que ver en Burdeos (y que comer), podríamos dedicar un artículo entero a dónde catar los mejores Bleu de Gex, Morbier, Cantal o Reblochon. Desde la Fromagerie des Flots para probar su tartiflette hasta el “all you can eat” de quesos por 32€ del restaurante Baud et Millet, pasando por la quesería Jean D’Alos, la más antigua de la ciudad. Pero si tenemos que elegir, apostamos por Deruelle para que Elodie te aconseje qué quesos seleccionar de entre los más de 150 que ofrecen.
Con baguette en mano y en un día soleado, acercarse al Jardin Public para degustar tu tabla a la carta sentado en un banco viendo la gente pasar nos parece la mejor forma de empezar un domingo. Por cierto: la quesería se encuentra justo frente a una tienda especializada en trampas para ratones. Oh, l’ironie!
Pero no a base de café, canelés y fromage vive el hombre. A la hora de comer, acércate a Zinzin para probar los platos del día que elabora Serge por 11€, con bufé de entrantes y deliciosos postres caseros incluido (¡nosotros no podemos olvidar aquella cuajada de limón con spéculoos!). Lo de buscar restaurantes con estrella Michelin – que “haberlos, haylos”, y muchos- lo dejamos en tus manos.
Hay vida más allá de La Cité du Vin
No podemos negar que La Cité du Vin ha brindado un gran valor a la ciudad. Un nuevo icono del enoturismo a nivel global y del skyline burdigalense, con una impresionante estructura de cristal y aluminio con forma de decantador que se alza sobre el Garona. Perderte entre las salas de degustación, las experiencias 3D y los espectáculos de este macromuseo dedicado a los vinos de la región y del mundo te llevará un día entero.
Para no desaprovechar tu escapada a Burdeos, te proponemos, en su lugar, una alternativa con sabor local y mucho más encanto: visitar la primera bodega urbana de Burdeos, Les Chais du Port de la Lune. Laurent, alma del proyecto, producía el vino en su propio apartamento hasta que decidió hacerse con un antiguo búnker para reconvertirlo en un lagar. ¿La ventaja? La indestructibilidad y aislamiento total del espacio ofrecen las condiciones idóneas para la maduración de los caldos. Acércate a paladear sus originales Octave, Chaos o Prélude y a conocer más sobre sus procesos artesanales y su compromiso con la comunidad.